Este pequeño cuento resume el porque de la creación de este blog. Con mucho cariños les doy la BIENVENIDA a todo aquel que lo visite y quiera quedarse, que lo disfruten. Graciela

"A las puertas del cielo llegaron un día cinco viajeras
- ¿Quienes son Ustedes? les preguntó el guardián del cielo.
- Somos - Contestó la primera - LA RELIGIÓN
- LA JUVENTUD...- dijo la segunda
- LA COMPRENSIÓN...- dijo la tercera
- LA INTELIGENCIA... - dijo la siguiente
- LA SABIDURÍA - dijo la última
- Identifíquense!! - ordenó el carcerbero
Y entonces...
La religión se arrodilló y oró. La juventud se rió y cantó. La comprensión se sentó y escuchó. La inteligencia analizó y opinó. Y la sabiduría... contó un cuento."


(tomado de una idea de Anthony de Mello, modificada por Jorge Bucay)


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viernes, 3 de enero de 2014

El precio de la comida

Había una vez un hombre muy pero muy pobre que paseaba por la calle con un pedacito de pan en la mano. Era lo único que tenía, además del hambre.
Al pasar por un restaurante vio unas deliciosas albóndigas friéndose en una sartén.

 _ Mmhh _ suspiró ¡Qué delicia! ¡Si tan sólo pudiera comerme un bocado!

Y como no tenía una sola moneda en ninguno de sus harapientos bolsillos, siguió mirando sin dejar de suspirar.
Con la esperanza de capturar aunque más no fuera un poco de ese delicioso aroma, el hombre sostuvo un pedacito de pan por encima de la sartén durante algunos segundos y después se lo comió como si se tratara de un manjar.
Le pareció que el aroma de la fritura había mejorado tanto el sabor de su pan que pudo disfrutarlo como si hubiese como un plato de guiso.
El dueño del restaurante, que era un hombre grandote, grasiento y avaro, vio al campesino cuando intentaba atrapar con su pancito el aroma de su comida. Entonces salió del local, agarró al pobre por el cuello y lo llevó ante el juez, que era una persona justa. Exigía que el campesino le pagara por las albóndigas.
El juez escuchó atentamente al hombre avaro, después extrajo unas monedas de su bolsillo y le dijo:

_Párese junto a mí por un minuto.

El dueño del restaurante obedeció y el juez sacudió su puño, haciendo sonar las monedas en el oído del demandante:

_¿Para qué hace esto? _ le preguntó el dueño avaro

El Juez respondió:
_Acabo de pagar por sus albóndigas. Con seguridad el sonido de mi dinero es un justo pago por el aroma de su comida
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12 comentarios:

  1. Que buen cuento nos enseña a compartir y no ser avaros. Felicidades al escritor.

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  2. Muy buena leccion para los egoistas..

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  3. La verdad q me gusto todo , mas la el cuento del hombre pobre y pensar q hay personas asi como el dueño del restaurante q son pobres de alma ;muchas gracias por compartirlo, saludos q tengan un buen año!!

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  4. Hermoso muchas felicidades!!

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  5. Muy hermoso cuento, felicidades

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  6. hola,me gusto la enseñanza del cuento,gracias

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  7. No hay peor pobreza, que la pobreza del alma.

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  8. Exelente reflexiòn...

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  9. Hay gente tan pobre, pero tan pobre que lo único que tienen....es dinero...gracias por este espacio

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