Y se metía también en el estanque, a ver si se ponía tan blanco como el cisne, pero ¡quiá! ni por esas. Por mucho que se bañaba seguía cada vez más negro.
_ ¡Pues ya que no puedo ponerme blanco, como ese presumido, haré que él se ponga tan negro como yo; a ver qué hace entonces!
Fue a un cenegal de barro negro, se revolcó bien y cuando estaba todo bien embarrado, se dejó caer encima del cisne. El cisne lógicamente protestó:¿Pero qué hacés, hombre; es que no ves cómo me has puesto?
_ ¡Mejor!_ dijo el cuervo frotándose las manos de gusto_¡Ahora ya somos iguales los dos!¿Qué dices ahora eh?
_Ni lo pienses_ contestó el cisne_
Mira: por mucha que sea tu envidia, no podrás nada contra mi blancura.
Se metió debajo del agua y volvió a salir blanco como la nieve; luego dijo:
_ ¿Y sabes una cosa? ¡Qué el envidioso siempre será negro, por mucho que se bañe!
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