Este pequeño cuento resume el porque de la creación de este blog. Con mucho cariños les doy la BIENVENIDA a todo aquel que lo visite y quiera quedarse, que lo disfruten. Graciela

"A las puertas del cielo llegaron un día cinco viajeras
- ¿Quienes son Ustedes? les preguntó el guardián del cielo.
- Somos - Contestó la primera - LA RELIGIÓN
- LA JUVENTUD...- dijo la segunda
- LA COMPRENSIÓN...- dijo la tercera
- LA INTELIGENCIA... - dijo la siguiente
- LA SABIDURÍA - dijo la última
- Identifíquense!! - ordenó el carcerbero
Y entonces...
La religión se arrodilló y oró. La juventud se rió y cantó. La comprensión se sentó y escuchó. La inteligencia analizó y opinó. Y la sabiduría... contó un cuento."


(tomado de una idea de Anthony de Mello, modificada por Jorge Bucay)


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miércoles, 11 de mayo de 2011

La orgullosa fortuna de un hombre pobre

El tipo todavía tenía la mirada perdida. Sentado en un banco de plaza con la cabeza en alto, desafiaba la suave brisa que lo encaraba de frente. Entre sus manos sostenía un fajo de billetes que flameaba como si se tratase de simples panfletos de pizzería. El resto del dinero, también a la vista de cualquier transeúnte, se transparentaba en una precaria bolsita de nailon.
Aún así, éste seguía mirando su entorno con desconsuelo. Los edificios y la plaza habían cambiado con tal sutileza a través de los años que el paisaje lo tenía acostumbrado; pero con la gente no era lo mismo. Los nuevos tiempos corrían a merced de otros códigos y la falta de cortesía, respeto, maltrato e indiferencia que había estado recibiendo por su condición de hombre pobre, le resultaba extenuante y arrebataba la poca pasión que lo aferraba a la vida. Tiempo atrás, dicha pasión estaba intacta, resguardada por la mujer que amaba y lo incentivaba a diario para reponerse de los fallidos intentos por salir adelante.
Siempre siguiendo los pasos rectos de su familia, se convirtió en el hombre fiel, honesto y trabajador que pudo haber enorgullecido al ser más exigente y riguroso. Pero para ella no fue suficiente y, cegada por la codicia natural que caracteriza a nuestra raza, lo abandonó por un muchacho de clase media que pudo ofrecerle un futuro financiero estable. Descubrió entonces que se había topado con una de las más crueles limitaciones del hombre pobre y no pudo soportarlo. En un arrebato de locura, emprendió una extravagante forma de cambiar su vida. Vendió indiscriminadamente todas sus pertenencias, de lo inútil a lo más indispensable. Le llevó casi un año deshacerse de todo. Lo último fue la precaria casilla, mitad material, mitad madera en la que había crecido. Después de eso quedó en la calle con lo puesto y una caja de zapatos a modo de alcancía que contenía el dinero suficiente para comprar otra casilla y seguir viviendo como pobre y, obviamente, esa no ! era su idea.
Caminó con la caja de zapatos bajo el brazo las diecisiete cuadras que lo separaban del hipódromo y una vez instalado en las gradas, miró carrera tras carrera amagando cada tanto con levantarse y apostar. Los nervios terminarían matándolo si no se decidía pronto. Leía los nombres de cada equino esperando una suerte de señal divina que lo alentara a jugarse hasta el último centavo. Sus manos temblaban y sudaban tanto que cada tanto las metía en los bolsillos para secarse esa fría transpiración. A veces se le cruzaba por la cabeza retirarse e invertir el dinero de forma más sensata… el emprendimiento de un negocio por ejemplo. Pero ya estaba ahí, era todo o nada. Terminando la quinta carrera, momento en que la duda lo tenía acorralado, apareció la señal… se llamaba “Anahí”. La yegua no sólo pagaba bien, sino también se llamaba como la mujer que inesperadamente lo dejó solo marcando el rumbo de su vida.
Horas más tarde, ahí se encontraba el tipo, en el banco de la plaza, en completa soledad, mirando el paisaje desde la perspectiva de un hombre adinerado… mas no afortunado ni mucho menos feliz, pues entendió que la riqueza no estaba entre sus manos, sino en sus principios. Conservar intacta la dignidad y la honestidad era lo único necesario para conseguir el respeto que creía merecer más allá de su condición. De otra manera terminaría compartiendo el camino de mezquindad con quienes lo habían estado marginando. Tendría que esforzarse por sus logros. Esas habían sido reglas básicas de su humilde familia y él no quería ser la excepción.
Minutos más tarde, el tipo se alejó del banco con el rostro lleno de paz. Sabiéndose capaz de recuperar las virtudes que enorgullecían, dejó que la suave brisa se encargase de esparcir el dinero por la plaza…

Ivan Augusto Abbate a través de "Enviame tu cuento" 

2 comentarios:

  1. El dinero sólo es una herramienta, lo que siempre me gustó de él es la forma de cómo muestra a las personas cuando lo tienen. Recuerden las personas no se conocen en la pobreza sino cuando tienen dinero, ahí siempre se dejan ver cómo son.

    Ah! por cierto yo me imaginaba el personaje del cuento sentado en este banco de plaza http://www.mueblesdemaderayjardin.com/bancos/bancos-plaza-madera.html

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  2. gracias... te cuento que vi el banco donde imaginabas sentado a este hombre y diste en la tecla... la diferencia es que no lo imagine tan nuevo como ese ja... un abrazo grande y gracias por tomarte el tiempo de leerlo, comentarlo y postear el banco de este, ahora afortunado hombre, que aliviado, piensa solo para adelante...

    Iván Augusto Abbate.

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