Los hijos son como los barriletes. Se pasa una la vida
tratando de hacerlos levantar el vuelo y corre de su mano, hasta que a ellos y
a una nos falta el aliento.
A veces se estrellan… o dan contra el techo… una los
remienda, los consuela, los ajusta, les enseña.
Ve que el aire los eleva y les asegura que algún día
volarán. Por fin se remontan en el espacio: necesitan más cuerda, y una se las
suelta; pero con cada vuelta del ovillo, la tristeza se mezcla con la alegría.
El barrilete se aleja más y más y una sabe que dentro de poco esa hermosa
criatura romperá el hilo vital que la une a nosotras y volará como es preciso
que vuele: libre y por sí sola. Entonces comprende una que ha cumplido con su
deber de “SER MADRE”.
Autor desconocido
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